En estas semanas colapsadas de eufemismos para aludir
sin que duela mucho al rescate financiero y, por ende, económico de nuestro
país por parte de la Unión Europea y sus cómplices bancarios, se olvida con
demasiada frecuencia que las víctimas del desaguisado causado por la crisis no
son los bancos y las cajas de ahorros que se han revolcado en el fango de la
falsa abundancia en tiempos mejores y que ahora, con cara de pena (por no decir
con jeta de circunstancias), se dedican a través de sus sicarios políticos a
pedir inyecciones de liquidez cuando lo que deberían solicitar son inyecciones
de eutanasia en vena como única expiación posible al desfalco cometido. Se
olvida con demasiada frecuencia que las verdaderas víctimas son los ciudadanos
de a pie estafados por falaces condiciones hipotecarias que ahora, impotentes
ante los infames y desvergonzados expertos en la privatización de las ganancias
y la colectivización de las pérdidas, se ven obligados a tener que abandonar
sus hogares para residir en la calle y buscarse la vida para…seguir pagando el
alquiler o hipoteca de los hogares donde ya no habitan. Ni a un Kafka se le
hubiera ocurrido tan absurda pesadilla propia de las más cutres sociedades
burocráticas donde un frío papel debidamente sellado (a poder ser por
triplicado) tiene más importancia que la realidad humana de cada cual.
Pero, se diga lo
que se diga, el rescate real para esos millares de familias que se ven
expulsadas de sus propias casas por culpa de la codicia no vendrá de Bruselas,
ni de los bancos que los han desposeído sin miramientos, ni de los políticos que les sirven de
intermediaros a comisión. El verdadero rescate vendrá - está viniendo ya - de
gente común que, desde su anonimato, logra hacer por la ética lo que bancos y
políticos hacen por la usura: escribir el concepto con mayúsculas. Un loable
ejemplo lo encontramos estos días en una jubilada noruega que, indignada por la
expulsión de una familia madrileña de su casa por no poder pagar el alquier a
causa del desempleo que la carcome, ha decidido enviarles mensualmente 400
euros para que puedan salir adelante como buenamente puedan. El caso de la
señora Lise Larsen y Azucena Paredes ha sido objeto de emotivos reportajes por
parte de importantes medios de comunicación noruegos como NRK, la
radiotelevisión del país de los fiordos. Todo un ejemplo de solidaridad humana
que no viene sino a mostrar que son los ciudadanos quienes podrán salir de la
crisis y rescatarse a sí mismos si abundan en comportamientos enraizados en
siglos de tradición democrática como los mostrados por la arrojada jubilada
noruega o, en su momento, sus parientes escandinavos de Islandia con aquella
silenciosa, y silenciada, revolución popular contra los desalmados de la banca
y la política.
Así que no se
engañen. El rescate no vendrá de Bruselas. Vendrá del ejemplo ofrecido por
ciudadanos solidarios y democráticos gestados durante generaciones en valores
que lejos de envidiar al timador por su habilidad, como suele suceder en
latitudes más meridionales, están convencidos de que el progreso y bienestar de
la humanidad sólo radica en la honestidad, la educación, el trabajo cotidiano
bien hecho y la solidaridad con los menos favorecidos.
Más información: http://www.nrk.no/nyheter/verden/1.8220147
3 comentarios:
¡Bravo! El texto de esta entrada me ha parecido muy loable, y tanto más el gesto de esta señora. ¡Qué distinto sería el mundo si todos fuéramos así de humanos!
un saludo
Estoy totalmente de acuerdo con tus palabras. ¡Ole por la señora Larsen! Gracias a las personas como ella, por su ejemplo y su generosidad. Me reconforta leer algo así en estos días de abusos. Me ha encantado tu post.
Totalmente de acuerdo. Creo que estamos olvidando quiénes son las verdaderas víctimas de esta crisis. Es fundamental que se siga recordando.
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